El México de hoy es un país altamente polarizado con grandes
niveles de pobreza, escaza infraestructura y una concentración de la riqueza
cada vez más aguda. Estos problemas han
sido heredados por los gobiernos anteriores junto con sus políticas
impuestas y para ser más explícitos por las crisis económicas que han
golpeado a nuestra economía.
En los años de 1950 a 1980 los indicadores de pobreza y
desigualdad presentaron mejoras, sin embargo, a finales de los ochenta durante
la crisis de la deuda la pobreza y desigualdad económica aumentaron. Tiempo
después del año preciso de 1983 a la actualidad entrando a una economía
neoliberal cuando se orientó a transferir a los agentes privados y al mercado
se olvidó del crecimiento y desarrollo económico y mucho más se agudizo la
inequitativa desigualdad económica.
En parte las crisis se explican por males decisiones de
política económica y vulnerabilidad al comportamiento de variables macroeconómicas
externas, como los precios internacionales del petróleo (1982-1986), tasa de
interés y los flujos de capital (1994), y, por supuesto la dependencia
económica y financiera con Estados
Unidos (2008).
Los costos de estas crisis junto con sus ajustes no afectaron
de manera igual para todas las clases, recayendo de manera más negativa a los grupos medios y a los pobres, una de las
causas fue que durante las crisis los ingresos salariales cayeron más que los
ingresos no salariales como las ganancias y las rentas principalmente.
La liberalización comercial factor que aumento la diferencia
salarial entre trabajadores calificados y no calificados, además que fomento la
disparidad de ingresos y apoyos públicos entre el sector agrícola e industrial.
La situación económica empezó a deteriorarse a mediados de
los años sesenta, uno de los factores, es que debido a que la expansión del
gasto público no fue acompañada por incrementos en la recaudación, el déficit
fiscal creció junto con él aumento el déficit de la cuenta corriente y la tasa
de inflación que para 1976 resulto en una crisis de balanza de pagos,
financiados con endeudamiento externo. Además de la intervención más activa del
estado, cuestiones políticas, el sector privado recurrió a la fuga de sus capitales.
Esta recepción fue de corta duración debido al descubrimiento
de cuantiosas reservas petroleras aumentaron los proyectos de inversión del
sector privado y del estado, sin embargo los recursos generados por la
producción y venta de petróleo no fueron bien utilizados.
Cuando a mediados de 1981 los precios internacionales del
petróleo cayeron, la balanza de pagos sufrió un desequilibrio debido a un peso
sobre valuado, las expectativas de un flujo de ingresos públicos fomentaron un
déficit fiscal. Aumentándolo entre 1978 a 1981 de 6.7% a 14.1% como proporción
del PIB. Además las tasas de intereses internacionales alcanzaron niveles
altos.
En 1982 ya alguien dispuesto a prestarle a México, lo que el
gobierno tuvo que declararse en una suspensión “involuntaria” de pagos, y como
ya no pudo seguir endeudándose para mantener el peso, tuvo que devaluarse. La
producción disminuyo 0.6% y la inflación
subió a 98.8%.
El gobierno en turno propuso e impuso un aumento en la
recaudación de impuestos y una redición en el gasto público, además de la meta
de reducir la inflación lentamente, pero de manera constante, después de varios
intentos fallidos, una crisis en la balanza de pagos en 1985 y la recesión del
precio del petróleo en 1986, el proceso empezó a rendir frutos bajando
notablemente la inflación debido al Pacto de Solidaridad Económica.
En 1991 la inflación cerró 18.8%, y la tasa de crecimiento
del PIB se estimaba de 3.6%. Dicha recuperación no garantizo que fuera
sostenible y los problemas se acentuaron en la transparencia de las
estadísticas y las prácticas de los bancos comerciales. Los inversionistas
cambiaron su punto de vista sobre la economía mexicana, lo que llevo a salidas
masivas de capital, lo que ocasionó, junto a la apreciación del peso una crisis
en el sector financiero.
Junto ante lo anterior y el error de diciembre en 1994,
deterioro del empleo y el alza de las tasas de interés, ocasionaron un aumento
en la cartera vencida en los bancos, produjo la devaluación del peso, y causo
problemas de inflación, aumento en las tasas de interés, desempleo aumento de la
deuda local como extranjera, pobreza y desigualdad económica.
Después graves crisis económicas vividas en
México durante los últimos tres sexenios, de imponer políticas económicas
neoliberales; liberalización de comercio exterior, del sistema financiero y la
inversión extranjera aplicando disciplina macroeconómica apostando al control
de la tasa de inflación y balance fiscal, olvidando la tasa de empleo y de
crecimiento, incrementando la desigualdad económica.
En México, la expectación y el miedo por una
probable inestabilidad en diciembre de 2000, se hacía palpable entre la
sociedad mexicana, nada más recordar la devaluación y la pérdida del poder adquisitivo
por parte del peso mexicano en diciembre de 1994, provocaba tener presente que
ésta crisis no sólo afectó a los mexicanos, sino fue de repercusiones
mundiales, es decir, por el “efecto tequila”, que perturbo las débiles
economías de muchas naciones.
Los resultados macroeconómicos observados en
2000, especialmente los relativos a inflación y crecimiento, excedieron aún las
proyecciones más optimistas. El crecimiento real del PIB alcanzó 6,9 por
ciento, muy por encima de la meta de 4,5 por ciento que se estableció al fin de
1999, y la inflación fue de 9 por ciento, por debajo de la meta de 10 por
ciento, se logró reducir la tasa de crecimiento demográfico y alcanzar una
población de 100 millones en vez de los 130 millones proyectados en la tasa de crecimiento
demográfico de 1976, la calidad de vida se ha deteriorado cada sexenio más.
Existen sin embargo aspectos que merecen
atención, entre ellos un posible sobrecalentamiento de la economía reflejado en
un fuerte aumento en el gasto interno. Conscientes del problema, aplicaron una
política monetaria restrictiva que complementaron con una política fiscal
también restrictiva en 2001. Además, la desaceleración de la economía
estadounidense afecto las exportaciones mexicanas. Por lo tanto, no se sostuvo el
alto crecimiento observado en 2000.
Además de otros desafíos que incluyen: la
dependencia de la economía a Estados Unidos, así como de los ingresos públicos,
los ingresos del petróleo, problemas en el sistema judicial para hacer respetar
los derechos de propiedad, debilidades en el sistema financiero, y la puesta en
marcha de una organización institucional que permita reducir la pobreza, un
objetivo clave de la nueva administración.
El país se planteó y debería replantear
varios objetivos por cumplir para mejorar la calidad de vida y la distribución
equitativa del ingreso, como por ejemplo: una reforma fiscal integral, cuyos
objetivos sean favorecer impuestos al consumo, recayendo a las ganancias en
lugar del ingreso, simplificación administrativa, el estímulo al ahorro y la
inversión, la reducción de la evasión fiscal y la integración de la economía,
reforzando la confianza de la gente mediante la demostración de transparencia
en la recaudación y gasto de los ingresos.
En el campo proveer a los campesinos de
oportunidades para hacer de su actividad agropecuaria un negocio rentable,
desarrollo y apoyo tecnológico, mejoramiento de los mercados, desarrollo
organizacional y apoyo e intervención de un gobierno responsable con políticas
activas, además de microcréditos y apoyo de una banca social e impulsar modelos
de desarrollo local. Una verdadera política social.
El contagio fue rápido y pese a no ser esta vez causante de
la crisis, los efectos se mostraron más en México junto a las demás economías
emergentes. El pánico de los ahorradores nuevamente ha ahuyentado los
capitales, subiendo el grado de riesgo de la deuda soberana de estos países,
encareciendo el crédito externo y
haciéndolo más escaso.